Vimos bailar las horas que no nos verán juntos
en medio de la noche,
faros fatuos,
desde el mar donde estábamos ahogándonos.
Vimos cómo sus brazos eran llamas,
sus manos nos llamaban a sus pies
maldecían la tierra que nunca alcanzaríamos,
la arena de nosotros en la isla
cansada de esperar.
No fue posible.
Vimos arder las horas y luego despertamos
y ya no había horas
ni faros
ni manera
de comprobar que no estábamos muertos.
(J.V.Piqueras)
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