jueves, 24 de mayo de 2012

viernes, 11 de mayo de 2012

Un sindiós. Juan José Millás García

Desde que los ministros de Rajoy, en especial Montoro y Ana Mato, decidieron explicar didácticamente los porqués de la demolición del Estado, entendemos las cosas mucho mejor. He aquí un resumen, claro como el agua, de sus argumentos: Se pone precio a la sanidad para que continúe siendo gratuita y se expulsa de ella a determinados colectivos para que siga siendo universal. Se liquidan las leyes laborales para salvaguardar los derechos de los trabajadores y se penaliza al jubilado y al enfermo para proteger a los colectivos más vulnerables. En cuanto a la educación, ponemos las tasas universitarias por las nubes para defender la igualdad de oportunidades y estimulamos su privatización para que continúe siendo pública. No es todo, ya que al objeto de mantener el orden público amnistiamos a los delincuentes grandes, ofrecemos salidas fiscales a los defraudadores ambiciosos y metemos cuatro años en la cárcel al que rompa una farola. Todo este programa reformador de gran calado no puede ponerse en marcha sin mentir, de modo que mentimos, sí, pero al modo de los novelistas: para que la verdad resplandezca. Dentro de esta lógica implacable, huimos de los periodistas para dar la cara y convocamos ruedas de prensa sin turno de preguntas para responder a todo. Nadie que tenga un poco de buena voluntad pondrá en duda por tanto que hemos autorizado la subida del gas y de la luz a fin de que resulten más baratos y que obedecemos sin rechistar a Merkel para no perder soberanía. A no tardar mucho, quizá dispongamos que los aviones salgan con más retraso para que lleguen puntuales. Convencidos de que el derecho a la información es sagrado en toda democracia que se precie, vamos a tomar RTVE al asalto para mantener la pluralidad informativa. A nadie extrañe que para garantizar la libertad, tengamos que suprimir las libertades.

jueves, 10 de mayo de 2012

In memoriam de Maria Papagiannidou



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jueves, 3 de mayo de 2012


  A Ana
  A María
  A Isabel, siempre en el recuerdo

     Si morir fuera esto,
     Un recordar tranquilo de la vida,
     Un contemplar sereno de las cosas,
     Cuán dichosa la muerte,
     Rescatando el pasado
     Para soñarlo a solas cuando libre,
     Para pensarlo tal presente eterno,
    
     Mas la verdad oculta, como el fuego
     Subyacente en la tierra. Son los otros,
     Traficantes de sueños infecundos,
     Quienes despiertan en la muerte un día,
     Pobres al fin. ¿ De qué le vale al hombre,
     Ganar su vida mientras pierde el alma
     Si sólo un pensamiento vale un mundo?


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  Ellas vienen  de los remotos  países de la pena
  y van a un laberinto
  Amor, cristal y piedra

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