martes, 24 de junio de 2008

¿Por qué abandoné la teoría del VIH como causa del SIDA?

Un artículo de la investigadora científica Rebecca Culshaw, que invita a reflexionar sobre el colosal negocio de las multinacionales farmacéuticas

inSurGente.- Tras diez años proyectando modelos matemáticos sobre la teoría del VIH como causa de la llamada enfermedad del SIDA Rebecca Culshaw decidió hacer frente a sus propias convicciones y escribió un artículo titulado ¿Por qué abandoné la teoría del VIH como causa del SIDA? En él, desde su experiencia como investigadora del más alto nivel, afirma: "Existen evidencias suficientes para sostener que toda la base de esa teoría está equivocada. El SIDA no es una enfermedad tanto como una estructura sociopolítica que pocas personas entienden y aún menos se cuestionan. El problema de la causa parece estar fuera de toda duda e incluso plantearlo se juzga irresponsable… pero las hipótesis en ciencia merecen ser estudiadas y ninguna debe aceptarse antes de que sea probada; especialmente cuando su aceptación ciega tiene horribles consecuencias".


DiscoverySalud/ inSurGente.- Han pasado veinte años desde que se nos dijo que un retrovirus bautizado como VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) causa una enfermedad llamada Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) caracterizada porque la persona infectada se queda prácticamente sin defensas y expuesta a adquirir fácilmente cualquier dolencia que alguien sano superaría sin problemas pero a ella puede causarle la muerte. Y lo cierto es que a pesar del tiempo trascurrido los ciudadanos de a pie saben poco más de lo que se les contó en un principio. Eso sí, las autoridades sacuden cada cierto tiempo nuestra conciencia con cifras alarmantes y con la vaporosa promesa de una vacuna que nunca llega a pesar de los miles de millones de euros invertidos en su búsqueda. ¿En la dirección correcta? Al menos en la dirección científica y oficialmente aceptada. ¿La única? Evidentemente no porque un amplio grupo de científicos discrepa de las teorías oficiales. Algunos de ellos eran considerados investigadores de primera línea y gozaban de un gran prestigio... hasta que se atrevieron a disentir de la teoría oficial del VIH como causa del SIDA. Obviamente, como sucede siempre en estos casos, sus argumentos se ocultan y no ocupan una sola línea ni en los medios de comunicación convencionales ni en las grandes revistas científicas.

Podríamos decir que la postura oficial es la representada por John P. Moore, un científico que se encuentra especialmente cómodo escribiendo contra los que disienten de sus opiniones y que ha llegado a afirmar: "Me extenderé muy poco sobre por qué no encuentro apropiado debatir con quienes niegan el VIH y se definen como científicos o se autoproclaman como tales. La principal razón es que no hay nada que debatir. La segunda es que no hay nadie con quién debatir. Uno sólo debería debatir de ciencia con científicos creíbles y ningún científico creíble discutiría el VIH como causa del SIDA". Moore se negaba así a debatir recientemente con Harvey Bialy investigador con más de 30 años de experiencia en Biología Molecular, editor durante 14 años de una de las publicaciones más importantes de Biotecnología y miembro del mismo club de disidentes que los premios Nobel Kary Mullis y Walter Gilbert así como el prestigioso miembro de la Academia de las Ciencias de Estados Unidos Peter Duesberg. Y como Moore, tantos como puedan ustedes imaginarse.

Ahora bien, ¿todos quienes disienten de la explicación oficial opinan lo mismo? No. Algunos niegan que el VIH exista. Otros, en cambio, admiten su existencia pero niegan que sea responsable de lo que se conoce como SIDA. Pero en lo que sí coinciden todos los disidentes es en el carácter dañino de los antirretrovirales. Lo que sucede es que ni unos ni otros tienen demasiada oportunidad de explicarse. Lo que no está evitando que nuevos miembros de la comunidad científica -en un goteo constante- vayan abandonando el privilegiado club de la oficialidad para unirse a las filas de los disidentes. Unos lo hacen en silencio, otros se ven envueltos -por deseo propio o por las circunstancias- en algo más de ruido. Fue el caso de Mark Pierpont. Nombrado coordinador del Programa de Prevención sobre el VIH/SIDA en Florida (EEUU) a los pocos meses de ejercer su cargo -en junio del 99- redactó su carta de dimisión en la que, entre otras cosas, afirmaba: "Tras una cuidadosa investigación está lamentablemente claro que ha existido un cisma en la investigación sobre el SIDA desde el políticamente cargado anuncio del Dr. Robert Gallo al mundo de que el VIH es la probable causa del SIDA (1984). Desgraciadamente sólo una parte de los datos científicos han sido puestos al alcance del público. Parte que es, con mucho, la más poderosa y respaldada por los depósitos financieros de las agencias del Gobierno Federal como los CDC y los NIH que financian la mayoría de las campañas de información y de los programas de investigación. Esta ciencia dominante es promocionada e incluso manipulada por los gigantes farmacéuticos que tienen un motivo obvio de beneficio. El sistema de Salud Pública y las compañías farmacéuticas son la principal fuente de información sobre el SIDA para los proveedores de cuidados de salud y limitan su información a tan sólo una parte del debate científico ignorando e, incluso, suprimiendo la investigación científica contraria. Ayudado por unos medios de comunicación complacientes el Servicio de Salud Pública ha hecho todo para silenciar las opiniones científicas contrarias y, en consecuencia, ha negado a la población su fundamental derecho a un consentimiento informado. Por la presente retiro mi participación de lo que un día puede ser visto como la mayor violación del Principio de Consentimiento Informado en la historia de la Salud Pública. Muy sinceramente. Mark Pierpont". Y claro, cabe preguntarse por qué personas que lo tienen todo van a tirar por la borda su carrera profesional y su prestigio a cambio de nada... salvo que sea por ética y por la convicción personal de defender la verdad.

Bueno, pues ahora le ha tocado el turno a Rebecca Culshaw, bióloga matemática. Su artículo, escrito en la primavera de este año 2006 -y por tanto con todos los datos actualizados-, nos permite conocer un poco mejor el lado oscuro del binomio VIH-SIDA

DE MODELAR EL VIH A RECHAZARLO

Culshaw no ha sido galardonada con el Nobel -ni probablemente lo sea ya- pero los diez últimos años de su vida ha vivido inmersa en el paradigma oficial del VIH = SIDA. Su trabajo ha venido siendo crear modelos matemáticos de la infección, un campo en el que entró en 1996. Sola o en equipo tiene, incluso, trabajos publicados al respecto: "Comparison of optimal treatments for HIV", "Review of HIV Models: The role of the natural immune response and implications for treatment", "Optimal HIV Treatment by maximizing immune response", y algún otro más. Bueno, pues su conclusión final hoy es que la visión oficial es falsa. "Durante este tiempo -afirma- he llegado finalmente a comprender que hay suficientes evidencias que permiten sostener que toda la base de esta teoría está equivocada. El SIDA, no es, según parece, tanto una enfermedad como una estructura sociopolítica que pocas personas entienden y aún menos se cuestionan. El problema de la causa parece estar fuera de toda duda e incluso plantearlo se juzga irresponsable".

Sus razones científicas las ha dejado plasmadas en un artículo titulado Por qué abandoné la hipótesis del VIH-SIDA cuya versión original puede encontrar el lector en http://www.lewrockwell.com/orig7/culshaw1.html. En él recoge las mismas incertidumbres que comparten otros muchos investigadores y aporta argumentos para el debate que quizás no sean suficientemente conocidos y que merecen el respeto al menos de ser tenidos en cuenta en un debate en profundidad. Por ejemplo, ¿sabía usted que no todos los que tienen el VIH acaban padeciendo SIDA? Probablemente sí, pero, ¿sabía que hay quien tiene el SIDA y no tiene el VIH? ¿O que puede ser usted seropositivo en Gibraltar y no en Málaga? Pues sobre estas realidades habla la particular versión de Yo confieso de Rebecca Culshaw, una carta sincera y clara en su argumentación dirigida al corazón de la comunidad ortodoxa y de todos aquellos que experimentan a diario la duda en las convicciones aceptadas: "¿Por qué nosotros como sociedad hemos aceptado tan rápido una teoría para la que existen tan pocas evidencias sólidas? ¿Por qué tomamos las proclamas de las instituciones gubernamentales como el NIH y el CDC, vía portavoces y organizadores, como muestras de fe? El ciudadano medio no tiene ni idea de cuan débil es la conexión que realmente existe entre VIH y SIDA siendo por eso que frases tan insostenibles como 'el virus del SIDA' o 'la prueba del SIDA' se han vuelto parte de la lengua vernácula común a pesar de que no hay ninguna evidencia de su exactitud."